VVAA.
23/06/2011 - 18/09/2011
Centro Andaluz de la Fotografía. C/. Pintor Díaz Molina, 9. 04002-Almería
De lunes a domingo, mañanas de 11 a 14 horas y tardes de 17.30 a 21 horas
Junta de Andaucía. Consejería de Cultura
LA CIUDAD MAGNÍFICA
ALFONSO DE LA TORRE
Era una ciudad magnífica -un modelo de temporada (…)
André Breton y Paul Eluard, “Dictionnaire abregé du surréalisme”, Galerie Beaux Arts, Paris, 1938.
Edición española de Ediciones Siruela, Madrid, 2003, pp. 29 y 30.
La voz « ciudad » aparece firmada por Georges Hugnet.
Bienvenidas las imágenes de la ciudad al mundo del arte: los callejones y escaparates, cabarés y plazas, nieve y lluvia bañando el adoquín, el mundo en suspensión retratado por Eugène Atget. Los carteles luminosos de “Mazda” sobre los grandes bulevares parisinos, vistos por Jacques-André Boiffard para “Nadja” (1929).
¡ Bienvenidos edificios, calles, comercios, vehículos y peatones, tránsito, farolas y neones -qué conmoción a Tristan Tzara-, luces de la ciudad…pasen a la cirlotiana pizarra de la noche !.
La errancia, decía Breton, no es inútil, y vagar por las calles, con la vista despierta, es un acto del arte.
Encuentro con las luces bonaerenses de Horacio Coppola, mas también las calles oscuras, susurrantes, pareciere que en territorio de nadie, vistas por Brassaï o Edward Steichen.Nieve, en la Quinta Avenida, retrató Alfred Stieglitz. Locura de la música de los tranvías transitando con su música chirriante, días y tardes ebrias de gin, llameantes de electricidad, que cantara Apollinaire .
Nuevo siglo: la vida moderna había llegado y la ciudad era un lugar maravilloso, centro de la perpetua diversión, el espacio “où l’on ne s’ennuie pas” .
Promisorio símbolo y espejo de la modernidad, sería Balzac, en “Las ilusiones perdidas”, quien vaticinaría que este espacio nuevo encarnaría los tiempos que llegaban. Mas también lo auguraron Gustave Flaubert, en “Bouvard y Peuchet” o el flâneur Baudelaire.“Todo para mí -escribirá éste en “Le Cygne”- se convierte en alegoría”: era el viaje al fondo de lo desconocido para descubrir lo nuevo.
Picasso fue uno de los artistas que comprendieron primero que la gran urbe era el nuevo mundo, trasladándose a Paris según se iniciaba el siglo veinte, mas también Louis Aragon lo constataría en “Le Paysan de Paris”; Walter Benjamin en los “Pasajes”; Louis Ferdinand Celine en su “Viaje al fin de la noche”.
A partir de este momento, la belleza, con sus cánones tradicionales, no sería. Al menos no existiría como había venido siendo concebida.
Esto es, no sería la belleza única y absoluta, la transitada por la luz plácida de las bellas historias del arte. Y es que signo de la modernidad manifestado en el inicio del siglo pasado era la posibilidad de extraer belleza, -la stendhaliana promesa de felicidad-, de la realidad agitada.
Baudelaire lo explicará también con precisión: el artista moderno tendrá la facultad de descubrir, en el páramo confuso de la gran ciudad, una belleza distinta no revelada hasta entonces. A un tiempo nuevo le correspondería pues un arte también distinto. Emulando el collage, los nuevos artistas visuales consideran ha llegado la hora de jugar con los fragmentos rotos, un tiempo pleno de experiencias vertiginosas que vindican un cierto relativismo estético, la extrañeza de lo bello hallado en los lugares más sorprendentes.
Los artistas, en especial los ungidos por la fe surrealista, cantan a la ciudad tal el lugar ecléctico en el que es posible, al fin, tentar desvelar la vida. Emblema y paradoja de un mundo tan fascinado como desencantado, un mundo moderno y promisorio inundado por constelaciones de signos, fragmentario, un universo donde perderse entre el brillo y el tedio, entre la luz y las tinieblas de la moda y la prensa o el coleccionismo y el teatro.
Desde la confesada lectura de Aragon, Benjamin promueve una nueva “lectura” de la ciudad. Ésta se extiende como un ignoto texto a descifrar debiendo incorporar para ello todos los elementos que en muchas ocasiones han quedado marginados, lo que él a veces mencionó como un harapo o desecho visual. Son desvelados para el arte lugares que hasta la fecha no habían sido su objeto: los pasajes comerciales y los escaparates entre ellos, los graffitis y las guías turísticas. Es la búsqueda, escribe, de esos últimos parajes del flâneur…. La voz “Ciudad” se integra en el diccionario surrealista de Breton-Eluard. Dixit Georges Hugnet, el collagista urbanita: “era una ciudad magnífica -un modelo de temporada-” . Voz “ciudad”, inmediata predecesora de “collage” que suscribe Max Ernst: “es algo así como la alquimia de la imagen visual. El milagro de la transfiguración total de los seres y de los objetos (…)” .